Desparche de festivo: Ecoparque Cerro del Santísimo



Y después de tanta habladera que por el nombre, que pa’ qué gastar la plata en eso, que fijo estaban robando, etc., decidimos junto a mi padre irnos de plan turístico al ya reconocido Cerro del ‘Santísimo’.

¿Cómo fue nuestra visita? Como buenos turistas primíparos no teníamos idea de cómo llegar, así que mi primera opción como usuario de Smartphone fue: ¡Listo! Preguntémole a “San Google” y que nos indique la ruta por GPS ¡Oh sorpresa! No aparecía de ninguna forma el lugar.

Decididos a llegar, tomamos camino a Floridablanca y una vez en el parque principal del pueblo empezamos a ver pequeños letreros verdes (en realidad muy pequeños) con indicaciones de la ruta.

Acercándonos a nuestro destino vimos un parqueadero con un letreo que decía “Cerro del Santísimo” (recordemos que “Sant” es por Santander e “’Ísimo” es por grande, osea nada que ver con la religión -?-). Lo curioso de este parqueadero es que no veíamos ni edificios, ni teleférico ni nada, así que entramos algo dudosos y preguntamos “¿Esta es la estación del teleférico? – No, el parqueadero de arriba está lleno – respondió el encargado.

Muy confiados parqueamos, pagamos las entradas al parque y nos llevaron en buseta hasta la parada del teleférico ubicada en la Hacienda la Esperanza (así lo deben buscar en el GPS) lugar en el que efectivamente SÍ habían parqueaderos pero por lo que nos vieron “cara de gringos” nos lograron sacar unos pesitos de más.  

Ya dentro del parque lo primero que nos impactó es la baja afluencia de turistas contrario a lo que pensábamos pues al ser domingo y puente festivo aludimos que habría más personas.

El lugar preserva parte de su historia, ya que en ese punto funcionaba desde finales de siglo XIX la Licorera Claussen. La armonía con la naturaleza, algunos puntos comerciales y música de mi tierrita nos dieron la bienvenida al lugar turístico de moda.



Próximos a tomar el teleférico rumbo al ‘Santísimo’ decidimos comprar algo de mecato y ahorrarnos unos pesitos ya que arriba debía ser muy caro. Pues así nos acompañaros dos paquetes de papitas y una botella de agua hasta… La entrada del teleférico porque no dejan ingresar alimentos a las cabinas.
Con la barriga llena de comernos las papitas que nos salvarían del almuerzo, abordamos el teleférico donde una señora le pidió permiso a mi papá para cogerle la pierna (Grrr) así que vayan preparados para eso. En ese trayecto de máximo 10 minutos se puede apreciar el espeso bosque que rodea a la ciudad y del que también se puede disfrutar en la camita a la Ecoposada Montefiore (la cual también recomiendo mucho). Poco a poco se empieza a ver al señor (que no es cristo) entre la vegetación, observando a la ciudad y con un balcón panorámico que para nuestra decepción aún no estaba en funcionamiento.

Llegamos al lugar y sin duda la belleza de vista de Bucaramanga y su área metropolitana roba como mínimo 5 fotos de la cámara o teléfono.


Después de contemplar a ‘la bonita’ disfrutamos de una caminata por el lugar, compuesto por la escultura del señor que es una de las más altas del mundo, un lugar para eventos, puntos de comercio y un restaurante.

Al terminar la ronda de fotos y ya con las papitas en segundo plano el hambre nos incitó a ir al restaurante del lugar con algo de miedo del precio. Efectivamente el restaurante es algo costosito pero manejable y la comida es buena. 

Felices de almorzar y para finalizar nuestra visita, disfrutamos después de un delicioso postre y un tinto acompañados de un grupo de danza de mi región que nos logró entretener al exaltar las bellezas culturales de mi tierra.


Mi querido lector desparchado: si aún tiene dudas o critica algo sobre este lugar mi consejo es: vaya, conózcalo, arguméntese y después con todo criterio genere una conclusión sobre el mismo y como dijo mi papá “saber aunque sea cómo llegar para que cuando venga alguien uno tenga otro lugar al cual llevarlo”.

By: Andy.